Hachikō
El dueño de Hachikō, el Dr.
Eisaburu Ueno, era profesor de la Universidad en Tokio. Vivían en Shibuya, y
todos los días cogía el tren para ir a clase y el perro le acompañaba hasta
la estación. El perro se solía colocar en una pequeña plaza cerca de la
estación, y esperaba allí a su dueño quien regresaba de su trabajo por la
tarde.
Pero un día de Mayo de 1925
ocurrió una tragedia. El doctor Eisaburu sufrió un paro cardiaco en la
universidad que le provocó la muerte. Esa tarde no regresó a la estación.
Pero Hachikō le esperó pacientemente. Y le esperó muchos y muchos y muchos
días.
Cada día durante casi diez años
Hachikō fue a esperar a su dueño a la estación. Cada tarde esperaba paciente
la llegada de su dueño. Daba igual las inclemencias meteorológicas. Con frío,
lluvia, viento o sol, allí estaba Hachikō, confiando en que su dueño
regresaría. La inquebrantable lealtad del perro caló muy hondo en los
habitantes de Shibuya. Hachikō era muy querido por todos. Tanto que en 1934
le erigieron una escultura en esa misma plaza en la que él esperaba cada
tarde.
Un año más tarde, en 1935, Hachikō
falleció en esa misma plaza en la que tanto esperó. Pero su recuerdo
permanecería por siempre en los corazones de los habitantes de Shibuya. Tanto
era el amor que sentían por el perro, que años después de que la estatua
fuera fundida por el ejército japonés para fabricar armamento, rehicieron la
estatua para que su recuerdo perdurara de generación en generación.
Y su recuerdo perdura. Cada 8 de
Abril se recuerda a Hachiko en la plaza frente a la estación de trenes de
Shibuya, como símbolo del amor y la lealtad.
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